Don Benito Juárez
POR: ENRIQUE FLORES CANO.
Benito Juárez nace el 21 de marzo de 1806, cuando lo que hoy llamamos México era el Virreinato de la Nueva España, una parte del extenso imperio colonial de España en América. Y muere el 18 de julio de 1872, cuando la antigua colonia era un país independiente, había adoptado la forma de República federal y se regía por una constitución liberal que reconocía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Es decir, en el transcurso de su vida el país dejó atrás la subordinación colonial, la estructura estamental y el predominio de la Iglesia y construyó un Estado laico asentado en leyes.
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Cuando la antigua Nueva España proclamó en 1810 su independencia de la metrópoli, Benito Juárez apenas tenía 5 años. Vivía en un lugar remoto, casi inaccesible, en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Y era un indio zapoteca. Es decir, pertenecía al grupo de los mexicanos más pobres entre los pobres. Sólo hablaba la lengua de sus padres y no tenía ninguna posibilidad de aprender el español o de romper el cerco de miseria que había consumido a varias generaciones de sus predecesores. A los 12 años Benito Juárez huyó de su pueblo y decidió asentarse en Oaxaca, la capital de su estado. Inducido por el deseo de aprender el español y estudiar.
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Litografía de G.G Ancira, Ciudadano Benito Juárez Presidente de los Estados Unidos Mejicanos. Juárez aparece aquí flanqueado por las alegorías de la Patria republicana (izquierda) y la Constitución de 1857 (derecha). Tomada de Nación de Imágenes. La litografía mexicana del siglo XIX, 1994, Museo Nacional de Arte, Conaculta.
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Otras imágenes de Juárez que es obligado recordar en los desamparados días que corren es la del político y la que dibuja la estatura del estadista. Desde su nacimiento hasta que cumple 43 años Juárez se forma en su estado natal. Abogado, profesor y más tarde director del Instituto de Ciencias y Artes, magistrado de la Suprema Corte, diputado y gobernador interino y constitucional de su estado, Juárez aprende las artes de la política en la arena local y regional. No participa en el Congreso Constituyente de 1856-57. Sin embargo, cuando ocurre el golpe de estado de Ignacio Comonfort en 1857, Juárez, que pocos días antes había sido nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia, asume la primera magistratura y se transforma en baluarte y escudo de la Constitución de 1857. Juárez percibió con claridad que el mayor defecto de la carta constitucional era la disminución de las facultades del Poder Ejecutivo y las enormes atribuciones que le cedía al Legislativo. Pero para corregir esas debilidades en lugar de acudir a la revuelta optó por la vía política, constitucional, y dedicó un año tras otro al empeño de restablecer el equilibrio entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Cuando Benito Juárez llegó a ocupar la Presidencia de la República los personajes del Partido Liberal que entonces brillaban con luz propia eran Melchor Ocampo, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Jesús González Ortega, Vicente Riva Palacio. Eran actores que habían labrado un nombre en la arena política nacional por sus habilidades como representantes en el Congreso, o por su participación en las leyes, las armas o las letras. Juárez carecía de esos talentos. Sin embargo, frente a esa pléyade de "hombres que parecían gigantes", como los llamó Justo Sierra, Benito Juárez construyó su propio camino para alcanzar uno de los lugares más altos en la memoria nacional. Como dice Daniel Cosío Villegas, "En Juárez se dieron, en una proporción muy finamente equilibrada, el estadista y el político, es decir, el hombre de Estado, capaz de concebir grandes planes de acción gubernamental, y el hombre ducho en la maniobra política". Con esas virtudes Juárez puso en acto las leyes de Reforma que cambiaron el destino de la República. Basta recordar aquí las sustantivas:
* Separación de la Iglesia del Estado
* Nacionalización de los bienes de la Iglesia
* Registro civil de los nacimientos, casamientos y defunciones
* Instauración de la educación laica
En el manifiesto que dirigió a la nación para explicar el sentido de esas leyes, escribió: estas medidas "son las únicas que pueden dar por resultado la sumisión del clero a la potestad civil en sus negocios temporales, dejándolo, sin embargo, con todos los medios [...] para que pueda consagrarse exclusivamente [...] al ejercicio de su ministerio". De este modo, decía, el gobierno "cree también indispensable proteger en la República, con toda su autoridad, la libertad religiosa", la libertad de cultos. Estas leyes, seguidas por la determinación intransigente de su cumplimiento, dieron origen a la nación secular, sustentada no en el privilegio o los fueros étnicos, religiosos o militares, sino en el reconocimiento de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. La fe absoluta de Juárez en la bondad del credo liberal la revela su actitud ante los grupos étnicos. Aún cuando conocía mejor que nadie su situación degradada, jamás pensó en otorgarles a los pueblos étnicos derechos especiales, pues él vio el interés de los indígenas a través de los principios liberales, es decir, promoviéndolos a la categoría de ciudadanos sin más, iguales a los otros.
Acercamiento al rostro de Juárez. Tablero Juárez redivivo de José Clemente Orozco, pintado en 1948. Tomado del Mural painting of the Mexican Revolution, 1985. Fondo Editorial de la Plástica Mexicana.
Cuando los ejércitos de Napoleón III invadieron el territorio, Benito Juárez asumió a plenitud el cargo de jefe de la defensa nacional, convocó a todas las fuerzas disponibles para combatir al agresor extranjero, y bajo condiciones hostiles y adversas, impuso la derrota al usurpador. La victoria de las armas nacionales decretó entonces la muerte del invasor extranjero y de sus corifeos mexicanos. La condena de fusilar a Maximiliano suscitó presiones en el exterior y en el interior, algunas hechas por reconocidas celebridades europeas, como Víctor Hugo y Garibaldi. Juárez fue inflexible. Sostuvo que Maximiliano había sido condenado a la pena de muerte por los crímenes cometidos contra una nación independiente; su condena era el castigo merecido a las potencias imperialistas y a las monarquías absolutas, acostumbradas a avasallar a los países débiles. Nosotros, decía Juárez en el documento que justificaba su determinación, "heredamos la nacionalidad indígena de los aztecas, y en correspondencia con ese legado no reconocemos soberanos, ni jueces ni árbitros extranjeros".
Más tarde, apoyado en su victoria sobre el imperialismo europeo y el conservadurismo nativo, Juárez traza las grandes líneas de la política exterior. Declara una moratoria para la deuda exterior y se compromete a pagar las deudas justamente pactadas y reanudar las relaciones rotas si las potencias afectadas manifestaban su deseo de renovarlas y si estaban dispuestas a negociar nuevos tratados sobre una base de estricta igualdad. Para todos los países latinoamericanos, asiáticos, africanos y europeos oprimidos por las potencias imperiales, México fue entonces ejemplo de soberanía y dignidad.
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Cuando la antigua Nueva España proclamó en 1810 su independencia de la metrópoli, Benito Juárez apenas tenía 5 años. Vivía en un lugar remoto, casi inaccesible, en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Y era un indio zapoteca. Es decir, pertenecía al grupo de los mexicanos más pobres entre los pobres. Sólo hablaba la lengua de sus padres y no tenía ninguna posibilidad de aprender el español o de romper el cerco de miseria que había consumido a varias generaciones de sus predecesores. A los 12 años Benito Juárez huyó de su pueblo y decidió asentarse en Oaxaca, la capital de su estado. Inducido por el deseo de aprender el español y estudiar.
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Litografía de G.G Ancira, Ciudadano Benito Juárez Presidente de los Estados Unidos Mejicanos. Juárez aparece aquí flanqueado por las alegorías de la Patria republicana (izquierda) y la Constitución de 1857 (derecha). Tomada de Nación de Imágenes. La litografía mexicana del siglo XIX, 1994, Museo Nacional de Arte, Conaculta.
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Otras imágenes de Juárez que es obligado recordar en los desamparados días que corren es la del político y la que dibuja la estatura del estadista. Desde su nacimiento hasta que cumple 43 años Juárez se forma en su estado natal. Abogado, profesor y más tarde director del Instituto de Ciencias y Artes, magistrado de la Suprema Corte, diputado y gobernador interino y constitucional de su estado, Juárez aprende las artes de la política en la arena local y regional. No participa en el Congreso Constituyente de 1856-57. Sin embargo, cuando ocurre el golpe de estado de Ignacio Comonfort en 1857, Juárez, que pocos días antes había sido nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia, asume la primera magistratura y se transforma en baluarte y escudo de la Constitución de 1857. Juárez percibió con claridad que el mayor defecto de la carta constitucional era la disminución de las facultades del Poder Ejecutivo y las enormes atribuciones que le cedía al Legislativo. Pero para corregir esas debilidades en lugar de acudir a la revuelta optó por la vía política, constitucional, y dedicó un año tras otro al empeño de restablecer el equilibrio entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Cuando Benito Juárez llegó a ocupar la Presidencia de la República los personajes del Partido Liberal que entonces brillaban con luz propia eran Melchor Ocampo, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Jesús González Ortega, Vicente Riva Palacio. Eran actores que habían labrado un nombre en la arena política nacional por sus habilidades como representantes en el Congreso, o por su participación en las leyes, las armas o las letras. Juárez carecía de esos talentos. Sin embargo, frente a esa pléyade de "hombres que parecían gigantes", como los llamó Justo Sierra, Benito Juárez construyó su propio camino para alcanzar uno de los lugares más altos en la memoria nacional. Como dice Daniel Cosío Villegas, "En Juárez se dieron, en una proporción muy finamente equilibrada, el estadista y el político, es decir, el hombre de Estado, capaz de concebir grandes planes de acción gubernamental, y el hombre ducho en la maniobra política". Con esas virtudes Juárez puso en acto las leyes de Reforma que cambiaron el destino de la República. Basta recordar aquí las sustantivas:
* Separación de la Iglesia del Estado
* Nacionalización de los bienes de la Iglesia
* Registro civil de los nacimientos, casamientos y defunciones
* Instauración de la educación laica
En el manifiesto que dirigió a la nación para explicar el sentido de esas leyes, escribió: estas medidas "son las únicas que pueden dar por resultado la sumisión del clero a la potestad civil en sus negocios temporales, dejándolo, sin embargo, con todos los medios [...] para que pueda consagrarse exclusivamente [...] al ejercicio de su ministerio". De este modo, decía, el gobierno "cree también indispensable proteger en la República, con toda su autoridad, la libertad religiosa", la libertad de cultos. Estas leyes, seguidas por la determinación intransigente de su cumplimiento, dieron origen a la nación secular, sustentada no en el privilegio o los fueros étnicos, religiosos o militares, sino en el reconocimiento de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. La fe absoluta de Juárez en la bondad del credo liberal la revela su actitud ante los grupos étnicos. Aún cuando conocía mejor que nadie su situación degradada, jamás pensó en otorgarles a los pueblos étnicos derechos especiales, pues él vio el interés de los indígenas a través de los principios liberales, es decir, promoviéndolos a la categoría de ciudadanos sin más, iguales a los otros.
Acercamiento al rostro de Juárez. Tablero Juárez redivivo de José Clemente Orozco, pintado en 1948. Tomado del Mural painting of the Mexican Revolution, 1985. Fondo Editorial de la Plástica Mexicana.
Cuando los ejércitos de Napoleón III invadieron el territorio, Benito Juárez asumió a plenitud el cargo de jefe de la defensa nacional, convocó a todas las fuerzas disponibles para combatir al agresor extranjero, y bajo condiciones hostiles y adversas, impuso la derrota al usurpador. La victoria de las armas nacionales decretó entonces la muerte del invasor extranjero y de sus corifeos mexicanos. La condena de fusilar a Maximiliano suscitó presiones en el exterior y en el interior, algunas hechas por reconocidas celebridades europeas, como Víctor Hugo y Garibaldi. Juárez fue inflexible. Sostuvo que Maximiliano había sido condenado a la pena de muerte por los crímenes cometidos contra una nación independiente; su condena era el castigo merecido a las potencias imperialistas y a las monarquías absolutas, acostumbradas a avasallar a los países débiles. Nosotros, decía Juárez en el documento que justificaba su determinación, "heredamos la nacionalidad indígena de los aztecas, y en correspondencia con ese legado no reconocemos soberanos, ni jueces ni árbitros extranjeros".
Más tarde, apoyado en su victoria sobre el imperialismo europeo y el conservadurismo nativo, Juárez traza las grandes líneas de la política exterior. Declara una moratoria para la deuda exterior y se compromete a pagar las deudas justamente pactadas y reanudar las relaciones rotas si las potencias afectadas manifestaban su deseo de renovarlas y si estaban dispuestas a negociar nuevos tratados sobre una base de estricta igualdad. Para todos los países latinoamericanos, asiáticos, africanos y europeos oprimidos por las potencias imperiales, México fue entonces ejemplo de soberanía y dignidad.
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